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Plaza Montanara


A finales del siglo XIX Roma capital del Reino de Italia transformò su cara. Se construyeron muchos nuevos barrios mas muchos otros fueron completamente alterados: casas, iglesias y calles borradas, miles de personas "deportadas" fuera de los muros para dar a la ciudad nuevos monumentos y tratar de recuperar la belleza de la antigua Roma.
Para permitir la visualización de la mítica Roca Tarpeya se decidió liberar el Capitolio de las casas de Calle del Búfalo, de Calle de Monte Caprino y de la Calle de la Consolación y todo el barrio obrero que ocupaba la zona hasta el Teatro Marcelo.
Esto es lo que le pasó a Piazza Montanara que estaba ubicada donde hoy se encuentra el tramo inicial de la "Via del Mar", bordeada por un lado por el Teatro Marcelo, en cuyos arcos fueron alojados tiendas de artesanos, y por algunos edificios con tiendas y tabernas en el lado de la Iglesia de San Nicolás en la Prisión; desde esta iglesia comenzaba la calle ahora nomada "Boca de la Verdad", una recta que iba a la iglesia de Santa María en Cosmedin.
Cuando los edificios fueron demolidos y la plaza desapareció, los campesinos que llevaban sus productos al mercado y los jornaleros en busca de trabajo se alejaron antes la iglesia de Santa Anastasia, ahora ya la Roma de Plaza Montanara se habìa acabada.
En la plaza estaba el mercado de caballos, sino también los carros de venta de frutas, verduras, panes y pizzas; entre los vendedores también fue un Miguel Pantanella que se habìa enriquecido durante la hambruna de medias de 800, quìen primero comprò un horno y luego construyò la primera fábrica en Calle de Cerchi (ahora sede del almacén de indumentarias historicas del Teatro de Opera) y luego en el siglo XX fundar la primera verdadera industria romana de alimentación.
Alrededor de la plaza Montanara estaba repleto de actividad como la de la barberìay de la "manzanilla "; estos barberos habían taller al abierto y pusieron cuatro o cinco sillas alineadas a lo largo de la pared, fueron llamados de la manzanilla poque pusieron en boca de sus clientes una manzana para estirar las mejillas parandole asì al afeitado.
Cerca de las talleres del Teatro Marcelo tenían sus banquillos los escribientes, entre cuyos hubieron algunos muchos requeridos para bellas cartas de amor que sabìan escribir:

”Dale mis saludos, hermosa, al escribiente:
No conozco, y no sé quién es.
A mí me parece un poeta soberano,
Así que él es experto en la poesía.“

La plaza atraía a la gente y las calles cercanas a era un torbellino de actividades de todo tipo. Cerca de la Plaza Montanara, por la pendiente de Calle del Bufala, habìa la posada "der Bujaccaro" que ofrecìa una sopa humeante por un bayoco y que también era la calle, donde había una puta llamada Santaccia la que por un bayoco, como a las riendas de una cuadriga, donaba sus gracias a más clientes al mismo tiempo.
La mujer fue una de las atracciones de la plaza, tan conocida que José Joaquìn Belli llegó a dedicar a ella unos sonetos.

”Santaccia era una dama de Corneto
de tomar con los guantes por respeto;
y muchas más que estaban de castaño o abeto,
ella sabía que dar descanso a todo el mundo."

Pero en Plaza Montanara al final del 700, también nació el amor tal vez sólo platónico o quizás más carnal de Johann Wolfgang Goethe por la hermosa Faustina Antonini, muchacha romana que tenìa ojos como el terciopelo y habitaba en una cueva cerca del Arco de Saponari. El escritor la había conocida durante sus paseos en Roma cuando junto a su amigo Tischbein fue a beber en el Antiguo figòn de la Campana, que estaba en el comienzo de callejón Savelliy donde lo sensual Faustina trabajó.
Goethe en las Elegias recordaba el amor que había permanecido en su mente y alma tanto que a finales de sus años, de ella escribió:

”Esta es Italia, que yo quedè !
Todavìa las calles están llenas de polvo, bello es el país
Faustina pero yo no encuentro màs: no, más Italia
esta no es la que en el dolor quedè … “

También el primer servicio de transporte público colectivo comenzó a partir de Plaza Montanara; Era el 1845 cuando un tranvía de caballos coligò Plaza Montanara a la Basílica de San Pablo Extramuros.
Plaza Montanara era frecuentada por el bajo pueblo y los desfavorecidos, y después de 1860, cuando el rey Francisco II de Borbòn se refugió en Roma, los soldados licenciados del Reino de Nápoles y los aventureros se metieron el hábito de encontrarse en Plaza Montanara. En un mundo de cambios rápidos pronto obreros, ex-soldados y aventureros fueron contratados para hacer incursiones, lo que hoy llamaríamos guerrilla, en el antiguo Reino de Nápoles.
En la Plaza se formaban grupos, hombres recibìan armas, alimentos y 20 Bayocos y luego era guiados por los guardias papales a la frontera; así se formaron las bandas de bandoleros que infestaron el centro-sur de Italia hasta principios de XX siglo.
Pero algo queda de Plaza Montanara:la Fontana que estaba a un lado de la plaza y que había sido elaborada a finales del siglo XVI por Jaime Della Porta y luego restaurada varias veces. Cuando en 1930 Plaza Montanara desapareció para dar paso a un cruce de calles, la fuente fue primero transferida al Jardìn de Naranjas en Aventino y luego en 1973 finalmente se estableció en la pequena Plaza de San Simeón en el distrito Ponte.





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