Culto de Diosa Fortuna
Según la tradición, se decía que el rey Servius Tullius había sido favorecido por la fortuna porque era amado por la Diosa; la historia del amor entre Servius Tullius y la Diosa ha sido contada también por Plutarco:
Servio se ató a Fortuna y de ella hizo depender la misma soberanía, tanto que hizo creer que Fortuna se uniría a él, bajando a su habitación a través de la pequeña ventana que ahora llamamos 'Puerta de la Ventanita'
.
La leyenda, sin embargo, tiene su raíz en la historia real: cuando murió Tarquín Prisco, su esposa Tanaquilla se asomò por la ventana y anunció al pueblo de Roma que el nuevo rey iba a ser Servius Tullius, su protegido: esta fue la fortuna de Servio que duró por unos buenos 44 años.
El Rey dedicó muchos templos a la Diosa, incluido el cercano al Foro Boario (área actual de S. Omobono).
La diosa fortuna de los romanos no coincidía exactamente con la Tyche de los griegos y se la representaba ciega y con la cornucopia de la que dispensaba riqueza y prosperidad, pero de manera aleatoria precisamente porque tenía los ojos vendados. Para sintonizar el mito griego con el romano, los cantores romanos contaban una historia según la cual la Diosa se había vendado para no ver a Tullia Minor, la hija de Servio Tullio que había entrado en su Templo después de haber asesinado a su padre pasando sobre el cuerpo con el carro.
Fueron 26 los templos que habían sido dedicados a la diosa en la época de Servius Tullius, sin embargo, se cree que algunos probablemente fueron solo altares. El número de sitios del culto podría estar relacionado con la duplicidad de la esencia de la Diosa Fortuna, de hecho, era tanto una divinidad vaticinante como una diosa de la fertilidad, en la primera forma fue adorada por sacerdotes y patres, mientras que como la diosa de la fertilidad fue honrada por las mujeres.
Uno de los lugares de culto de la época de Servius Tullius era el Templo de Fortuna Eulpis o Bonae Spei (Buena Esperanza) que, según los informes de Plutarco, estaba en la colina del Quirinal en el Vicus Longus, cerca de los Templos de otras dos deidades arcaicas romanas, Spes y Febris, respectivamente la Diosa de la Esperanza y la Diosa de la Fiebre.
Pero la Diosa Fortuna se duplicaba en los diversos momentos y aspectos de la vida; también hubo una Fortuna Barbata que protegìa a los niños hasta el crecimiento de la barba, una Fortuna Annonaria que protegìa las existencias de trigo, una Fortuna Respisciens que protegìa de los problemas del pasado y una Fortuna Huiusce Diei que tenìa la tarea de proteger en el mismo día hasta la más importante, la Fortuna Primigenia que tenía su templo en el Quirinal además del gran santuario en la ciudad de Praeneste.
En la época del Imperio, el dìa del 24 de junio estuvo dedicado a la Diosa Fortuna y la fiesta tuvo lugar en los Horti de César, aquellos que el dictador había dejado come herencia al pueblo romano, que estaban a orillas del Tíber a lo largo de la Vía Campana. Aquí estaba el Templo dedicado a Fors Fortuna, diosa de la aleatoriedad absoluta, y después de hacer ofrendas a la diosa, la gente se vertió en los prados para comer y bailar.
Durante la fiesta, se comìan caracoles, cuyos cuernos son un símbolo de discordia: comierlas significaba enterrarlos en el estómago y asì se borraban rencores y odios (ahora se conoce su función curativa de la úlcera estomacal).
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