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La carrera de los Bereberes


Desde 1468 hasta el final del siglo XIX, la capital mundial del Carnaval fue Roma, desde que el Papa Pablo II (Pedro Barbo) decidió que ya no sería sòlo la fiesta del pueblo en las calles de Testaccio, pero hizo organizar representaciones mitológicas, marchas de Bacchus y las carreras que partìan debajo del arco de Domiciano y por la Via Lata llegaban justo debajo de su balcón en el Palazzo Venezia.

Las carreras eran uno de los eventos del Carnaval con la "Fiesta de cerillos" y el desfile de carrozas con el "Lanzamiento de confeti" (bolas de yeso que se abrían en contacto con la gente enmascarada).
Las carreras de Carnaval fueron para caballos sin jinete y se introdujeron en la mitad del siglo XVII, en lugar de las carreras que hasta entonces tuvo lugar en los ocho días laborables, excepto el sábado anterior al inicio de la Cuaresma.

Estas carreras fueron reservados para categorías especiales:
- El primer día corrìan los Judios que antes estaban forzados a comer mucho para ser menos ágil;
- el segundo día corrìan los niños cristianos;
- el tercero dìa corrìan los jovenes cristianos;
- el cuarto dìa corrìan los viejos màs de 60 años;
- el quinto dìa corrìan los burritos;
- al final habìa la carrera de las bufalas.

La costumbre quería que el último día, el martes de Carnaval, en la plaza al final de la carrera se ponìan mesas con carne, fruta y vino en el que se sentaban junto la población e incluso los ciudadanos eminentes por la última comida abundante antes de la Cuaresma
En el siglo siguiente se añaderon otras carreras para enanos, para cojos y para deformes a la vista de quienes el pueblo no dejaba ni chistes ni arrojar objetos.
En 1667 el Papa Clemente IX abolió la costumbre, y desde entonces las carreras fueron sólo para los caballos.

La carrera marchaba de Plaza del Popolo y a lo largo de todo el recto de la Vía Lata, a unos 1,5 km, llegaba a la Plaza Venecia.
En Plaza del Popolo se montaban las entabladuras para delimitar la zona de salida, pero sobre todo para preparar los asientos de la que la aristocracia romana pudiese asistir, sin ningún peligro, al comienzo; la gente común se amontanaba en las laderas del Pincio para poder ver el comienzo.

De la carrera existe un relato detallado de Bergsöe:

"Nueve caballos excitados por gritos fueron llevados a la línea de salida. Estos caballos no tienen el aspecto elegantes de caballos de carreras, porque sus colas están atadas, sus crines trenzadas fittemente y sus músculos cubiertos por hojas de metal que en la parte interior tienen de espinas con las que se pretende poner nerviosos a la mayoría de los pobres bestia. Además a estas laminàs estan conectados un gran número de detonadores.
Veinte establero intentan duro para contener los caballos excitados hasta que la cuerda se cae y se inicia con la velocidad de un rayo, aún aterrorizados por los gritos de la audiencia y los ruidos que van con ellos hasta el final de la carrera.
."

La descripción ciertamente muy pintoresca también està exagerada, los animales se excitaban mediante la vinculación de las campanas y cencerros a las melenas donde luego emitìan sonidos y ruidos con cada movimiento y eso estuvo más que suficiente para molestar a los animales.
La carrera ha sido muy peligrosa porque los caballos corrían a lo largo de la estrecha Via Lata y después de pasar bajo el arco de Portugal (llamado así porque estaba apoyado en la palacio del Embajador de Portugal, en realidad era el antiguo arco de Tripolis eregido en el tiempo de Aureliano), donde la pista se estrechaba, siempre sucedìan accidentes, tanto es así que en 1662 el Papa Alejandro VII ordenò que el arco estuviera demolido.
En el siglo XIX, los viajeros del Grand Tour no podìan renunciar de estar en Roma en febrero para asistir a un espectáculo como ningún otro: la carrera de los bereberes.
Esta peligrosa carrera fue finalmente abolida en 1874 por el rey Vittorio Emanuele II tras un grave incidente en el que un niño que cruzaba el camino durante la carrera fue atropellado por un caballo bereber y murió.
La abolición de la Carrera de los bereberes marcó el declive del carnaval romano que dentro de unos años desapareciò.





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